Por fin nos levantamos a una hora decente y comenzamos a caminar a las 7.30. El frío nos congelaba las manos y entendí cuando nos decían que en esa zona se llega a 15 bajo cero en invierno. Abandonamos el pueblo bajando por una cuesta de tierra entre árboles que luego hubo que subir, sin café de la mañana, pues el albergue no contaba con cocina ni el pueblo con servicios.
Pasamos pronto por el caserío de Entrepeñas, otro pueblo más sin servicios y casi en el abandono. A esas horas, ya el solecito nos estaba echando una mano.
En esto, nos alcanzó Marco antes de Asturianos, donde pudimos disfrutar del primer café con leche del día, que me devolvió a la vida.
A partir de Asturianos el camino se adentra en una zona de gran belleza, llena de sombra y agua, donde incluso tuvimos la suerte de ver unos corzos, pero pasan tan rápido y son tan asustadizos, que es difícil fotografiarlos.
Atravesamos así dos o tres pueblos más, hasta llegar a Triufé, el último pueblo antes de la meta de hoy. A partir de ahí quedaban unos 4 km por carretera, que se hicieron durísimos. La entrada a Sanabria desmerece al resto de la etapa, pues es por una autovía que te impacta después del espectacular bosque.
La Puebla de Sanabria es un asombroso pueblo de origen medieval en la cima de una elevación del terreno, coronado por un castillo recio y perfectamente conservado, a cuyo alrededor se distribuyen las callejuelas sacadas de un viaje en el tiempo.
Almorzamos como nunca en el Mesón Abelardo.
Por la tarde, siesta, paseo por el pueblo y preparar la etapa de mañana. Sergio está algo pesimista al respecto porque cuentan en el albergue que hay problemas de desvíos y mala señalización por el AVE dichoso. Ya se verá...
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El GIUBA