Salimos del pueblo atravesando la calle Mayor, que desemboca en una carretera que tuvimos de seguir a lo largo de un par de kilómetros, hasta entrar en el pueblo de Soutelo Verde y seguir hasta Tamicela, rodeado de un fértil valle.
La subida fue potente, tal como nos habían anunciado, y el valle por el que caminamos una hora antes, ahora quedaba a nuestros pies.
Llegamos por fin a Alberguería, pueblo en el que hay un bar muy famoso en esto del camino, y sale en todas las guías. Allí cumplimos el ritual y escribimos nuestra concha que quedará colgada en las paredes del bar.
Seguimos ruta, ahora en persistente bajada, hasta Vilar do Barrio. En la última parte del ascenso nos había alcanzado David, así que los tres llegamos juntos al albergue, en muy buenas condiciones y limpio, aunque sin menaje de ningún tipo en la cocina. Más tarde llegaría Diana, que quería tomarse la etapa con mucha tranquilidad después de los 34 km que había hecho ayer.
La Alberguería nos recomendó almorzar en un bar restaurante frente al albergue. Se trata de un sitio antiguo regentado por una simpática señora, de esas trabajadoras siempre, da igual su edad.
Por la tarde, después de descansar un poco, fuimos a pasear y pasamos por la piscina. Luego, una cervecitas y a cenar al mismo sitio.
Mientras la señora prepara la cena, escribí en el blog. No podré editar hasta que haya wifi, que me está costando encontrar por aquí. Me aparece leer esta noche: Huesos en el jardín, Heining Mankiell.
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