Día dulce y agrio. Dulce porque llegamos a Santiago y eso, después de casi 350 km (1000 para completar La Plata, comenzada hace dos años; 350 del Sanabrés de éste año); con nuevos amigos, con la mochila llena de ropa sucia y la vida llena de nuevos amigos y experiencias, es almíbar o miel. Amargo, porque no deja de acabarse un camino. Lo que implica un final, suele ser doloroso. Ojalá mañana la mochila echara a andar de nuevo... No sólo están estos amigos y experienciasnuevas, también los que caminamos juntos en algún momento de estos tres años de aventura peregrina, hoy están muy presentes: Inma, Giuliano, Serafín, Enriqueta, Mercedes, David, Marco, Diana... Gracias por los pasos a mi lado, con todo lo que implica.
El llegar a la plaza es emocionante. Te tiras allí y únicamente estás feliz, feliz, feliz... Miras a la fachada de la catedral y sientes un torrente de emociones. Kilómetros de sol, de esfuerzo, de caras, de hambre, de sed, de desfallecimiento; y de risas, de energías, de amigos, de espacio abierto en el alma para siempre. ¿Cómo explicarlo? Hagan el camino, porque es una especie de vida más intensa que todos, alguna vez, necesitamos.
Nos levantamos temprano, a las 6 de la mañana está vez sí. La emoción de hoy era distinta. Todo el mundo estaba exitado, feliz, distintos...
Caminamos sin desayunar sabiendo que era el último día para casi todos. Saboreando cada paso.
Siempre nueva gente en el camino.
A los 10 km, más o menos, el desayuno y el último sello para la credencial. Todo sabía el doble; todo es más intenso..., hasta las flechas amarillas, las mejores amigas del camino, sabes que te dicen adiós...
Un escaso kilómetro después del desayuno, la curva de Angrois. Sobran las palabras. El año pasado viajé en ese tren el lunes; el miércoles, fue el accidente. Ese tren venía lleno de peregrinos que adelantaban su llegada para llegar a las fiestas de Santiago. Este año dejé allí unas flores y mi emoción sincera.
Arrancamos de esa curva con pesar, pero faltaban sólo 4 km para la plaza del Obradoiro. Ya casi tocábamos las Torres de la catedral.
Y por fin, la plaza!!! Aunque con andamios y fachada artificial para los fuegos de la noche, la plaza!!!
Allí te tiras, pasan las horas y no quieres levantarte nunca. Estás, simplemente, FELIZ!!!
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Un abrazo.
Giuliano
GIUBA
Ana Mª Fernández