I
Interesante y divertido día, en el que improvisamos mucho y todo salió bien.
Dormimos hasta tarde, porque no pusimos despertador y el albergue estaba en silencio. Desayunamos en el bar Palacio, el mismo donde almorzamos y cenamos el día anterior. Es un sitio donde te tratan bien, son amables y no es caro. Abren a las 7 de la mañana para dar desayunos. Eso se agradece infinito...
Comenzamos el camino a las 9 de la mañana, tardísimo para cualquier caminante serio, pero a nosotros nos sirvió la hora. Y es que sólo nos separaban 10 kms de Mombuey, donde pensábamos pasar la noche, porque Sergio no quería caminar los 25 que hay desde Río Negro a Asturianos.
Nada más salir de Río Negro el camino transcurre paralelo a una autopista, aunque por tramos se aleja de ésta y paseamos en silencio agradable hasta el pueblo de Mombuey, al que llegaríamos sobre las 11.30 aproximadamente.
El pueblo de Mombuey es bonito pero no bucólico, me explico: tiene una parte antigua y tiene una parte comercial, con bares, tiendas, supermercados, restaurantes, farmacia, carnicería, etc, etc, etc. Algunos dirán que “lo normal", pero muchísimos pueblos de La Península se están despoblando y no cuentan con los servicios mínimos. Muchos no tienen ni tienda ni bar, siquiera.
El albergue de 9 camas, sin cocina. Dejamos allí las mochilas y salimos a investigar. En eso encontramos al albergueros, un señor con mono de trabajo azul que venía de su huerta y muy, muy sordo.
A esa hora ya rumiábamos la posibilidad de seguir unos kilómetros más alante, porque 10 son muy pocos, así que nos sentamos en una terracita a estudiar cómo y a dónde. Mirando en internet en el móvil, nos enteramos de que había albergue en San Salvador de Palazuelos, pero sin servicios en el pueblo y de sólo 4 plazas, por lo que debíamos llevar cena y desayuno y arriesgarnos a qué estuviera llenó. Decidímos comer en Mombuey, descansar un poco en el albergue, y partir por la tarde hacia San Salvador: Así lo hicimos. Encargamos una hermosa empanada para la cena, además de otras cosas para el desayuno, y compartimos un menú consistente en ensalada y salmón a la plancha. No queríamos comer mucho pues quedaban aún 10 kms. de pateo hasta San Salvador.
Cuando llegamos de almorzar, ya el albergue se había llenado. Descansamos un rato, nos preparamos y a las 4,50 de la tarde cogimos de nuevo el camino. No, no había demasiado calor, pero freís quito, desde luego, tampoco hacía...
Pasamos por dos pueblos antes de llegar al nuestro: Valdemarillas y Cercedilla. Muy bonitos y muy cuidados. Y por fin, después de una segunda etapa agradable, casi como un paseo, llegamos al albergue. Allí estaba una chica belga que viaja en sentido contrario, y Marco, un chico italiano que conocimos en la piscina del río Tera en Santa Croya de Tera. Compartimos con ellos la empanada, y ellos con nosotros una lata de pulpo, unas aceitunas y un bote de garbanzos, que Marcó come todas las noches en su bote de cristal y todo y que dice, le encanta...
Ahora estoy en la cama, escribiendo el blog y con sueño, pero menos cansada que ayer, a pesar del largo día. Ha sido una jornada inolvidable y nos lo hemos pasado muy bien.
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