El albergue de Lubian resultó pequeño y caluroso por estar completó la noche de ayer, sin embargo está limpio y cuenta con una cocina equipada donde desayunamos magdalenas y leche con nescafé. Como la mayoría de las veces, se nos hizo tarde, y abandonamos los penúltimos el albergue, a las 8 de la mañana. El último fue Marco, también como viene siendo habitual.
Abandonas Lubian, uno de mis pueblos preferidos hasta ahora, y comienzas a descender entre callejuelas hasta el lecho del río Tuela. Encima de ti ves como se alza un inmenso puente, y tú te encoges ante esas enormes obras públicas que no están acordes con la medida del hombre, como si de nuevas obras faraónicas sé tratase. Lo mismo digo de las obras del AVE, desproporcionadas y que rompen y rasgan un paraje natural como he visto pocos. Estos pueblos están incomunicados entre sí y la decadencia es su común denominador, sin embargo tienen 3 carreteras y dos trenes que parecen apartarlos en lugar de unirlos; que los entierran en el olvido y en la indiferencia de los que organizan la vida de estos vecinos, acostumbrados muchos a la sumisión ante el cacique o, a día de hoy, ante el alcalde o el político de turno, no sea luego no me eche una mano si la necesito. Carretera antigūa, que queda relegada por la Nacional 505, que ya pinta poco gracias a la autovía, que compartió protagonismo con el tren, el cual quedará en un segundo plano ante el imparable avance del AVE. Y cada construcción no se aprovecha, se deshecha o queda ahí para el que se le ofrezca. La nueva necesita sangrar un poco más de terreno, erosionar, destrozar, avanzar... ¿Hacia dónde? Comunicar Madrid con La Coruña, con Santiago, con Vigo... Pero entre los pueblos pequeños que se mueren de olvido, no hay medio alguno de comunicación estatal. Si quiere ir a Orense, pague usted un taxi, que también tienen derecho... Alucinante y descorazonador, sobre todo por la escasa o nula protesta del pueblo gallego ante esta realidad más que evidente.
De nuevo pasamos por parajes preciosos llenos de magia como pocos sitios he visto, disfrutando a cada paso del oído, del olfato, de la vista... Comienza así, desde lo más profundo del valle, una senda ascendente que te lleva al alto de La Canda, donde abandonas Zamora y comienzas tu andadura por Galicia.
En el último tramo notamos de verdad la dureza de la subida. Llegados a lo alto de La Canda podíamos apreciar los valles atravesados días atrás y también lo que habrá de esperarnos en días sucesivos.
La bajada hasta Vilabella ya nos anuncia que Galicia no será tan pródiga en humedad como el norte de Zamora que acabamos de abandonar. En Vilabella repusimos fuerzas y menos mal, porque los últimos 10 km se hicieron inesperadamente duros. Subió el calor y la vegetación cambió, dejándonos más a merced del sol insistente.
Sergio descansó toda la tarde. Fuimos luego a cenar y a dar un pequeño paseo. Mañana, más!
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