Cuando me levanté en el albergue La Trucha, ya el ciclista con el que compartimos albergue se había ido, así que pudimos rehacer las mochilas con toda tranquilidad, y sin molestar a nadie.
Dimos una vuelta por el pueblo en busca de un bar abierto, y claro está, no había ninguno. Por suerte, cuando regresamos al albergue, ya estaba abriendo. Desayunamos café con leche y magdalenas y echamos a caminar.
Después de unos 5 o 6 km llegamos a un largo puente que atraviesa una presa de aguas del río Tera. Tras cruzarlo, cogimos un camino que fue bordeando todo un lado del embalse. Aprovechamos el bonito sitio para descansar y comer unas barrigas de cereales.
Seguimos hasta Villar del Fanfón, otro pueblo casi abandonado, sin ningún servicio tampoco. Desde allí seguimos por un camino de tierra hasta Rionegro, que debe su nombre al color de sus aguas.
Nos instalamos en el albergue, que está bien pero que podría estar mejor con un poco más de limpieza, lavamos ropa y nos fuimos a almorzar al bar Palacio: comida para dos consistente en pinchos de calamares y boquerones en vinagre; menú con ensalada, tortilla, lomo con papas fritas, cervezas, melón y café. 25 €.
Caí en la cama rendida después de almorzar. Por la tarde fuimos al río a pasar el tiempo y a dar un paseo. Había gente tomando el sol y alguno se atrevía a bañarse: nosotros esta vez, no.
Por la noche, vimos el Argentina-Holanda en el bar Palacio, y conocimos allí a otros peregrinos. Hablamos todo el rato de fútbol..., como no podía ser de otra manera.
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