Desayunamos en el bar La Trucha: cafés con leche y tostadas con mermelada y mantequilla. 3 € por cabeza.
En algún momento de esta apacible jornada, el trayecto se alejó del río, por lo que también sufrimos “el polvo del camino".
Pasamos por Terroso, cuya singular iglesia despertó nuestra curiosidad. Para mi es interesante encontrar iglesias en mitad de la nada, lo que me hace pensar en épocas remotas de viajeros que atravesaban estos parajes, perdidos y en soledad, sin el apoyo que hoy recibe el peregrino que paga en euros estos servicios..., encomendado a la suerte y a la buena voluntad como único salvoconducto...
En un caserío cercano, un señor que nos abordó desde un huerto, se presentó como el encargado de sellar la credencial a quien quisiera. Charlamos con él y nos brindó guindas que refrescaron el camino. Quedaba poco para Requejo.
Nos decidimos por el albergue municipal en lugar del privado. No tiene cocina, no tiene wifi, ni lavadora ni tv, pero está limpísimo y vacío: sólo Marcó, Sergio y yo. Más que suficiente después del masificado albergue de Puebla.
Gente del pueblo nos recomendó el restaurante Su Casa para almorzar, a 500 m del centro del pueblo. El lugar necesita una reforma urgente, pues es verdaderamente decadente, pero la comida resultó excelente, tal y como nos habían asegurado. El precio, de los que ya no se encuentran: los dos, 14 €.
Ya en el albergue, ducha, colada y siesta.
Esa tarde la pasamos en el río, descansando, bañandonos en el agua fría del río y charlando con Marco.
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