Amaneció lloviendo en San Sebastián. Era una lluvia fina que no asustaba para caminar. Nos aseamos en los baños "prohibidos" del albergue municipal, regentado por unos señores que se autodenominan "amigos del camino", y que piensan que pueden ofrecer al peregrino un local sin las mínimas condiciones higiénicas, con dos duchas y dos urinarios para 40 personas, donde la gente lava ropa en el mismo lavabo donde se lava los dientes. Por eso fuimos a la parte donde no dejaban pasar con un ostentoso cartel de "prohibido, y donde dispusimos de baños más íntimos y más limpios.
Luego fuimos a desayunar y comenzamos el camino. Salimos de San Sebastián por una zona residencial y boscosa que iba ascendiendo rápido y que nos llevó fuera en poco tiempo. El bosque se hizo dueño del paisaje durante toda la etapa. Al principio un ascenso, que hoy no se me hizo tan duro; al final, una fuerte y resbaladiza bajada hasta el albergue de peregrinos San Martín, de Orio, donde habíamos reservado plaza.
En Orio está el albergue de San Martín. Su dueña es Rosa, una señora llena de energía que adora el Camino y cuyo albergue es uno de los mejores del Camino. Limpio, cómodo, en un paraje maravilloso. El ambiente es familiar y me sentí allí como en casa. Pusimos una lavadora y fuimos a comer al Hogar del Jubilado. Nos lo recomendó Rosa, y no nos engañó: por 9 euros comimos de lujo.
Después del festín, que degustamos con Anna y Emilia, subí a descansar. Por la tarde cenamos en la caseta que el albergue tiene para charlar y comer. En las fotos aparece una simpática familia de Canadá, la que nos guardó las mochilas en Pasaia mientras salíamos a comer. También está un chico de Bielorrusia, Anna, Emilia, Sergio, Rosa y yo.
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