Desayunamos en el hotel Akelarre y comenzamos a salir de Guernika por las calles de la ciudad, pasando al lado del famoso Árbol de Guernika, alrededor del cual se reunían aquellos que debían tomar importantes decisiones para la ciudad desde hace siglos, y que es símbolo de diálogo y concenso.
Nada más abandonar Guernika y adentrarnos en el campo, se comienza un durísimo ascenso que te lleva muy pronto a ver desde arriba la ciudad. Luego todo campo, naturaleza, alguna casa adornada con cuidados jardines o alguna semi abandonada, árboles caídos y algún que otro inesperado amigo.
Nada más abandonar Guernika y adentrarnos en el campo, se comienza un durísimo ascenso que te lleva muy pronto a ver desde arriba la ciudad. Luego todo campo, naturaleza, alguna casa adornada con cuidados jardines o alguna semi abandonada, árboles caídos y algún que otro inesperado amigo.
Y así llegamos a Lezama, donde están los campos de entrenamiento del Atleti. Llegamos muy cansados y a las dos de la tarde y bajo un sol de justicia, situación que a Sergio no le gusta nada, porque realmente está haciendo mucho calor a esa hora. Sin embargo, muchas veces es camino es así, y hay que aceptar lo del día. Antes de llegar a Lezama pasamos por un bonito pueblo, Larrabetzu, que está sólo a media hora andando de Lezama. No nos paramos porque los albergues están muy disputados, y debíamos instalarnos antes de comer. Esa idea nos permitió acceder al albergue, pues casi llegamos los últimos del cupo de 20.
Curiosamente, Lezama es una ciudad dormitorio sin muchos sitios para comer abiertos a esa hora, por eso decidimos coger una guagua y retroceder un par de kilómetros hasta Larrabetzu, donde nos habían recomendado el bar Torki para almorzar.
De nuevo la guagua y a descansar al albergue, donde habíamos tenido la suerte de que nos dieran la única habitación individual del mismo ¡Vaya chollo! Gracias, José Luis.
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