Nos levantamos con la sorpresa de que el bar estaba cerrado a las 7.30 de la mañana, así que no pudimos desayunar hasta tres horas más tarde, cuando llegamos a Guernika. Ese día tuve la impresión de que las señales del camino no eran las originales, y las que había nos iban a sacar del verdadero trazado, llevándonos por asfalto en un recorrido sin mucho sentido. Esa impresión nos la confirmarían días más tarde una pareja de Málaga que nos vamos encontrando con frecuencia. Ellos no hicieron caso al desvío provisional y acertaron, pues sólo era un árbol caído que se podía rebasar sin mucha dificultad y que te ahorraba algunos kilómetros y mucho asfalto, además de mejorar mucho el paisaje.
Ese era el último día de Anna y Emilia. Nos despedimos visitando la bonita Guernika. Luego ellas cogieron la guagua para Bilbao. Al otro día se irían a sus casas. Adios, amigas, fue bonito compartir estos días con ustedes.
Ese era el último día de Anna y Emilia. Nos despedimos visitando la bonita Guernika. Luego ellas cogieron la guagua para Bilbao. Al otro día se irían a sus casas. Adios, amigas, fue bonito compartir estos días con ustedes.
Sergio y yo nos quedamos en el hotel Akelarre, en el centro mismo de Guernika, que es una ciudad preciosa, con todo a mano, pequeña, sin llegar a serlo tanto que puedas aburrirte. El hotel ofrecía, aparte de la habitación, una terraza y un salón que daba a la misma con cocina, así que podías usarla para hacerte algo de comer si así lo querías. También tenía internet gratis. Además no había nadie por allí, así que fue como alquilar un apartamento.
Nos planteamos el día de descanso, por eso cogimos a la tarde un tren y fuimos hasta Mundaka, famoso para los surfistas. Sólo 15 o 20 minutos en tren... Día memorable.
Comentarios