Desayunamos en el albergue de Lezama, pues tiene microondas y loza, así que calentamos la leche que compramos la tarde anterior. Llevamos nescafé con nosotros, y solemos tomar el café con leche con madalenas que vamos comprando.
Salimos con muchas dudas, ya que esperábamos que la entrada a Bilbao fuera toda por autopista o autovía, pero pronto nos fuimos adentrando en el monte. No tan frondoso como días anteriores, eso sí...
Salimos con muchas dudas, ya que esperábamos que la entrada a Bilbao fuera toda por autopista o autovía, pero pronto nos fuimos adentrando en el monte. No tan frondoso como días anteriores, eso sí...
Así llegamos a la parte alta de Bilbao. El camino te lleva hasta una zona elevada de la ciudad y debes llegar a la zona antigua descendiendo unas empinadas, anchas y largas escaleras, que van discurriendo entre barrios humildes.
Allí dimos algunas vueltas para ver la zona antigua, visitamos el mercado, tomamos algunos pinchos y almorzamos estupendamente en la Peña del Atleti.
No está mal Bilbao, pero he dicho alguna vez que no nos seducen las ciudades grandes, así que decidimos irnos esa misma tarde hasta Portugalete. Nos habían dicho que la salida de Bilbao no era atractiva, por eso, y por la hora, decidimos irnos en tren. En Portugalete el albergue estaba ya lleno a esas horas de la tarde, por eso nos fuimos a una sorprendentemente barata pensión (25 Euros los dos), y prometo que no estaba tan mal como el precio pudiera dar a entender.
En Portugalete es famoso su puente colgante, llamado así porque una enorme cabina cuelga de un puente y se traslada de un lugar a otro del río, transportando vehículos y personas. Digno de ver.
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