En el estupendo albergue del Zamora te despiertas con una mesa llena: han puesto un servicio para cada peregrino, y esta mañana había calma, no desazón por no salir a caminar. Degustamos sin prisa el desayuno que preparan nuestras hospitaleras preferidas: gracias, Flor; gracias, Ligia. De verdad, gracias.
Abandonamos el albergue sobre las 8.30 de la mañana y, deambulando sin prisa, tomamos un cafesito en un bar que descubrimos el día anterir, barato y de gente amigable, lo que por aquí no es, en absoluto, una casualidad. Nos acercamos más tarde a la estación de bus. Allí nos aseguramos de la hora para Tábara y nos liberamos de las mochilas, que esperaron pacientes en la consigna. La pierna se quejaba algo; sin llegar a ponerse protagonista, ahí sigue el malestar. Y otro contratiempo apareció: mis gafas de sol de hace 20 años, verdaderas reliquias retro o vintage, o como se llamen, pero en definitiva, mis queridas gafas de sol, se partieron por la mitad. ¿Y ahora qué? Pues a Mer se le ocurrió la solución en forma de cristales sobrepuestos. ¡Menos mal que estás en Zamora, donde no falta de nada! Tábara es un pueblo mediano, enorme con respecto a muchos de por aquí: varios bares, restaurantes, banco, farmacia, carnicería, etc. El albergue no está en el centro, pero tampoco muy alejado. Al bajar del bus, un peregrino nos ofrece la llave del albergue. Lo encontramos sucio y deprimente bajo el pesado calor de las tres de la tarde. Amarrados a la verja, como nos dijo el peregrino, 4 caballos. Los caballos son de Arancha y José, dos vascos a los que acompaña, a pie, Mariano. Todavía no me explico por qué 4 caballos para 2 personas. Creo que hubo quiénes se rajaron a mitad del viaje o algo así. Los animales, pastando a sus anchas en el prado de enfrente, no parecen dar problemas a sus dueños, que incluso se lían cual herreros medievales, o del oeste, o de donde te diga tu imaginación. Decir que antes, Arancha y yo barrimos y fregamos con lejía, y limpiamos la cocina, además de deshacernos de las moscas a base de flis (lo que no acababa de aprobar Mer). El albergue quedó mucho más agradable, pero he de decir que la excusa de la hospitalera no cuela: dice que los peregrinos ensucian, estropean y deterioran a posta. Yo creo que usted no hace su trabajo y se excusa así de su falta de interés por mantener este albergue, más que digno, en condiciones. Mer y yo decidimos cenar hamburguesa y tinto de verano "muuuuyyyyy generoso" en honor a Serafín y Enriqueta. Compramos lo necesario y nos pusimos las botas. Serafín llamó. Todavía se siente extraño fuera del camino. Yo me quedé como sin norte, y a ver si me centro. Los extrañamos, amigoooooossssss!!!
No recuerdo si les había comentado que habíamos quedado para salir del hotel a las 5.30 con nuestros amigos, así que a esa hora ya estábamos en el comedor del hotel, donde su dueño nos preparó un café con leche tempranero que no saben cómo se agradece. Olvidé decir que ayer cogimos un hotel porque la junta del Extremadura, de la que dependen los albergues públicos, lo cierra los lunes y martes. El hotel se llama Las Palmeras y está en el centro de Zafra, en una esquina del la Plaza Mayor. Recomendable si alguna vez pasan por allí. Salimos a la hora prevista y abandonamos el pueblo de Zafra ascendiendo por una cuesta de cemento que puso a nuestros pies el pueblo de Los Santos de Maimona justo cuando empezaba a amanecer. Lo atravesamos en silencio a aquellas horas y sin habernos dado cuenta ya teníamos andados casi 7 kms. Ha sido la de hoy una etapa paseo para mis compañeros, porque físicamente nos encontramos fuertes y bien, pero en ese momento se reprodujo el dolor de ayer en el mu
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Giuliano