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Cáceres - Casar de Cáceres (11.5 kms)

No pude dormir bien durante la noche de ayer, quizás por la ansiedad de que llegara la hora. Sé que es difícil de entender, pero llevo esperando todo el año. Como la etapa era corta, podíamos permitirnos levantarnos tarde, así que Serafín puso la alarma a las 7.50. Desayunamos algo en éel apto. y salimos por una callejuela que daba a la plaza mayor. Pronto encontramos la primera concha que nos indica la ruta y poco más adelante ya habíamos abandonado Cáceres. La etapa de hoy no tiene ningún atractivo en cuanto al paisaje: un largo tramo, de casi 3 kms. de carretera llena de coches y mal señalizada. Por entonces ya el calor estaba ahí. Lo recibimos con sombrero quechua y gafas de sol. Como le dijo a Peter un señor el año pasado, "No van a encontrar una sombra en toda la ruta, tan solo la de un puente sobre la carretera". ¡Cuánta razón tenía este señor! Allí paramos a descansar y comimos alguna fruta. Pero quedaba muy poco para llegar.  El Casar de Cáceres es más grande de lo que pensaba, y tiene su encanto, sobre todo la plaza antigua del ayuntamiento, rodeada por una galería de arcos bajos y robustos. En una esquina están los escalones semicirculares que llevan a la puerta del albergue, gratuito y no del todo mal. Llegamos al albergue los primeros. Recogimos la llave en una bar cercano, nos instalamos, nos duchamos y lavamos ropa, y de repente: ¡¡¡Giuliano!!! Un señor italiano con el que compartimos la ruta el año pasado, y que lo dejó en Mérida. ¡Ya somos 4 en el equipo!

Después almorzamos en el mismo restaurante donde guardan las llaves del albergue, todos paella, cerveza y helado por 6 €. Antes de entrar, conocimos a todo un personaje: un profe de instituto muy mayor que nos asombró con sus conocimientos de literatura gallega, italiana y su enorme respeto por Unamuno. Además conocía la ópera italiana, sus temas, autores y divos. Nos asombró a todos. El camino está lleno de asombros: La ración de hoy fue generosa. Después de ver un capítulo de Grimm en el móvil, dormí algún tiempo, y me despertó el calor. Salimos a buscar cosas para la cena y el desayuno y nos encaprichamos con una torta del casar, que pagamos entre todos para cenar. Pedimos permiso en una terracita frente al albergue, en la plaza del pueblo, y a cambio de la bebida nos dejaron cenar nuestro queso. ¡Estaba colosal! Lo acompañamos de unos tomates aliñados. Y poco más: tertulia, otro capítulo de Grimm quizás, y a descansar si deja el calor. Giulianno habla de la decadencia moral de la ciudad de Roma... Mañana nos quedan 22km sin nada por medio, hasta el embalse de Alcántara. Ya les contaré.

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