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Granja de Moreruela-Zamora (Guagua)

Una de las peores sensaciones del camino es oír muy temprano levantarse a tus compañeros para caminar y tú quedarte en la cama por no poder hacerlo. Es por eso que dormí con tapones y puse la toalla a modo de cortina. Al despertar sólo estábamos Mer, Jonathan y yo.
Jonathan se fue sobre las 8.30, solo. Mer y yo no sabíamos qué hacer: descansar en Salamanca; ir a Orense para pasar unos días; coger bus a Puebla de Sanabria... Nos decidimos por lo último, pero se nos escapó la guagua. Mer dio con la clave: nos vamos a Zamora y te ve un fisio!

En la misma estación de guaguas nos informan de dónde está un centro de Adeslas, mi seguro. Sin cita y sin ver médico especialista alguno me las arreglo para que me autoricen rehabilitación. A las 12 del mediodía, Gustavo puso manos a la obra. A las 19.00 h de esta tarde, otra sesión. Terminada la sesión de la mañana, volvimos al estupendo albergue de Zamora, donde Flor y Ligia, las mejores hospitaleras del mundo (sin olvidar a María Jesús, de Carcaboso), nos recibieron con sonrisas, abrazos y un vaso de té con hielo, además de una invitación común para cenar. Una vez lavada la ropa y recién duchadas, a descansar la pierna todo lo posible. Y, de repente...¡Mario! El camino no deja de sorprender... A las 18.40, como un clavo en el fisio. Gustavo me dio ánimos, ya que, en ningún momento me habló de parar. Me informó de una sobrecarga importante que deriva en tendinitis, pero me bajó la inflamación, eso sí, dándome unos masajes sin ninguna pena de mi. Me dolió, Gustavo, pero me hizo bien. Si llego más lejos será gracias a ti. Por la noche, cena y concierto. Flor y Ligia nos invitaron a varios a cenar. ¡Qué buena gente te encuentras aquí! Luego, concierto de Mario, de otro chico que dice tener nombre romano (y no recuerdo), y de una agradable niña rusa que hace sola el camino. Ya en la cama escribo para el blog con una bolsa de hielo sobre la pierna, tratando de mantener a raya la inflamación. Hoy ha sido un buen día. ¿Cómo mañana? ¿.....?

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