Querida Pilar, no sé si sabes que tuve que poner final a la aventura de forma precipitada, aún cuando ya estaba recuperada del muslo.
Al día siguiente de irte en Mérida decidí adelantarme hasta Cáceres y esperar allí a Inma, que seguía en la mejor compañía, con Kety y Serafín. Estuve tres días en "dique seco", esperando recuperarme y sabiendo que solo lo iba a intentar otra vez: si volvía a recaer, cogería mis bártulos y para casa. No tenía muchas más opciones.
Pasé dos días en Cáceres, el viernes y el sábado: conocí la ciudad y descansé.
El domingo cogí un taxi y me fui temprano hasta Aldea del Cano (perdí la guagua esa mañana). Allí me esperaban Inma, Kety y Serafín. El albergue, para nosotros solos, pero lleno de mosquitos que se dedicaron a acribillarnos a Serafín
y a mí (todavía tengo las marcas).
Al día siguiente 22 kms. de una etapa llana, con continuos cambios de
temperatura: pasamos del fresco de la mañana, casi frío en algún momento, al calor bochornoso de ciertas zonas donde el aire permanecía quieto y se negaba a circular.
Desayunamos en Valdesalor, "un pueblo de nueva construcción";
creo que así lo definió Serafín, con una iglesia y un ayuntamiento de dudoso gusto arquitectónico. Fue en un bar de carretera donde pedimos solo la bebida, sacando nuestros bocadillos y tortas de Rosa Inés sin pudor alguno: el caminante, a medida que suma kilómetros, resta importancia a las impertinencias sociales.
Entré en Cáceres con alguna molestia, pero contenta porque estaba lejos de la cojera de días atrás, y sabía que podía estar recuperada.
Mientras yo diligenciaba en correos un paquete con un jamón que quería
mandar a La Palma, los chicos se instalaron el plena Plaza Mayor, en la Pensión Carretero, que me había servido de morada las dos noches que pernocté en Cáceres. Serafín y Kety sólo iban a utilizarla para descansar, porque esa noche cogían la guagua hasta su casa, allá en Galicia, dando por finalizado El Camino por este año. Cuando logré mandar el paquete, no sin esfuerzo, y ya me encontraba en la pensión con Inma, comenzó el principio del fin de nuestro viaje: había fuego en La Palma, relativamente cercano a mi casa. Primero se encontraba a unos cinco
kilómetros de donde vivimos y las noticias que llegaban afectaban sólo porque siempre afecta cualquier superficie que se queme del planeta, pero mucho más si es en tu pueblo. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, el fuego empezó a acercarse incontrolado, y a ser una amenaza real para mi casa y la de mis vecinos. Tanto que desalojaron la zona. Sergio se llevó los perros y los coches, y cuando intentó regresar ya no
pudo: se lo impedían porque el humo y el fuego estaban devastando la montaña.
Durante dos horas pensamos que la casa se había quemado. Cuando logró llegar hasta allí, bastante después, vio con alivio que no, que se había salvado no se sabe muy bien cómo. Sin agua, sin luz, pero con casa. ¡Qué alivio! ¡Qué gran susto! ¡Qué terrible tarde!
El fuego continuaba activo quemando los montes de El Paso; en mi casa había mucho que trabajar y mucho que rehacer y Sergio necesitaba mi apoyo, y aunque insistía en que debía continuar el Camino, tomé la decisión de regresar porque no podía ser de otra manera. Ya El Camino no era una opción, porque el camino requiere tu mente, y mi mente ya no estaba allí.Inma siempre me dio ánimos, diciendo que el próximo año lo retomábamos
desde Cáceres. Serafín y Kety se sumaban a la idea. Tú, Pilar, espero que también.
Al otro día llegamos en guagua a Sevilla y esa misma tarde volamos a
Tenerife, ya sin tiempo de coger otro avión para La Palma. Mi amigo Alfonso nos recogió en el aeropuerto y dormimos en su casa. Al otro día, temprano, nos alcanzó
al aeropuerto y de allí a La Palma. Gracias Alfonso y Luzma.
Lo que me encontré al llegar no voy a contarlo aquí, porque se sale totalmente de la esencia de este blog. Sólo diré que espero que los montes de El Paso vuelvan pronto a renacer y a reverdecer. Yo vivo en medio de lo verde que se ha tornado negro. No es agradable.
Bien, aquí se acaba la historia, mucho antes de lo que había soñado. La
vida está llena de acontecimientos que no somos capaces de controlar; mucho antes nos controlan y provocan que la vida sea un cambio y una sorpresa, a veces agradable, otras no tanto.
Quiero, Pilar, que seas tú quien ponga fin a este blog, que tus palabras den el aliento a quien decida emprender una aventura como la que cada uno de nosotros emprendimos. Una aventura vital que siempre nos enriquece, que se llena de imágenes imborrables, de personas entrañables que el azar mezcla en la baraja de la vida, de finales inesperados y de futuros abiertos. Un abrazo sincero a mis compañeros de camino, a Inma, a Kety, a Serafín, a Pilar y a todos los que visitaron el blog y se
interesaron por nuestras andanzas. Prometo retomarlo si algún día vuelvo a El Camino.
Reflexiones de Pilar Fraguío.
¡Cuánto cuesta comenzar el camino!
Todavía la mente dormida, pide el cuerpo y los huesos forzado descanso de los ajetreos diarios (de repente) a horas intempestivas. La espalda se revela del peso desconocido, hasta ahora, por los innumerables desniveles ajenos a la cotidianeidad, y los pies, por la imposición de moverlos adelante, adelante, adelante...
¡Cuánto cuesta comenzar el camino! Lentamente, con una voluntad que parece ajena, los sentidos van
despertando. Primero, la brisa fría de la madrugada te recorre la piel y te hace consciente de que tienes brazos y que están deliciosamente fríos.Luego, la cara bebe ávidamente el frescor matutino y las piernas lo perciben al sentir una nueva
energía, un renovado vigor. Y huele a tierra, y huele a jara, y huele la
higuera, y huele...Das gracias por tener ojos con los que puedes contemplar las sombras que proyectan la luna y el brillo parpadeante de los astros. Cantan los
pájaros nocturnos en un breve diálogo con los que están celebrando un nuevo día, acompasados con el cras, cras, de las pisadas de los peregrinos que, en reverente silencio, se dirigen a su destino.
Al rato, la aurora va apagando la noche y caminas, y caminas tan
feliz por tener la fortuna de estar donde quieres en ese preciso momento.
Pero, ¡Cuánto Cuesta Comenzar El Camino!
Pilar Fraguío
Comentarios