En verdad, no confiaba en acabar esta etapa. La contractura de ayer hoy seguía igual o peor. Me levanté sobre las 7.30 y salí cojeando del ruidoso y masificado albergue de Pontevedra.
Aún no había amanecido, porque aquí lo hace sobre las 9. Paramos a desayunar en una cafetería cercana, y fue allí donde se me ocurrió ponerme una venda que me sujetará la pierna y así, quizás sentir alivio del fuerte dolor. Carlos llevaba una venda.
Y aquello funcionó, al menos lo suficiente para, cojeando por momentos y muy, muy despacio, terminar la etapa unas 7 horas después.
Lo primero, abandonar Pontevedra y su antiguo casco histórico. Luego salir al campo sembrado de Peregrinos.
Y la etapa, dentro del dolor y la duda por si no llegaba, transcurrió tranquila, como en medio de una romería: muchísima gente en el camino... Hubiera sido una etapa cómoda, pero por momentos cada paso era un sufrimiento.
Así llegamos al último tramo de hoy, que finaliza en Caldas de Reis. Cogimos un albergue privado por 12 euros, cómodo y limpio.
Para cenar, un picoteo en el albergue y a la cama. No soy optimista, pero mañana se verá...
Comentarios