¿Los milagros existen? ¿Se dan? ¿Ocurren? Pues va a ser que sí. O si no, que la fisiología me lo explique...
La tarde de ayer (más bien, el día entero), fue una tortura para mi pierna izquierda. La tendinitis se extiende por toda la tibia. La pierna estaba caliente, dura y dolía. Dolía mucho.
Y esta mañana me desperté igual o peor. Anoche no dejaba de dudar. Sabía que iba a ser difícil completar una segunda etapa con tanto dolor, pero no iba a tirar con facilidad la toalla: sería la penúltima etapa! Tocaba este reto con la punta de los dedos! Pero no estoy loca... Así que la idea de abandonar tampoco debía ser una tragedia...! Y ese era mi diálogo interior, más bien, mi flujo de conciencia... No paraba de darle vueltas... No paraba.
Me levanté con dolor de cabeza y dolor de pierna. Me di un remedio de farmacia en forma de espray, me tomé un ibuprofeno, me vendé la pierna, hice la mochila y salí del albergue.
Cojeando mucho. Carlos me preguntó si era conveniente el intento: !"te puedes quedar en mitad de un monte"!
Le dije que me iba a vendar mejor, y me puse una segunda venda, más fuerte, sobre la primera. Y aquello funcionó. Tardó un tiempo en dejar de doler, y cuando lo hizo, yo casi no lo creía. A cada paso esperaba el tirón invalidante que no llegó. Despacio, sin la energía de los primeros días pero con una determinación que me asombra, seguimos hasta el final de la etapa: Padrón. Etapa preciosa, por cierto...
Y llegamos a Padrón, donde estuve con Sergio hace años. Él también recordaba aquel paseo bajo los olmos al lado del Sar, el río de Rosalía de Castro.
La pierna, falta de circulación por la presión de las vendas, se había hinchado. Me preocupé. Me ducho y lavé ropa y no salí a comer: preferí poner el pie en alto y prestar atea la enorme hinchazón.
Carlos trajo algo de almuerzo-merienda.
Seguí descansando un rato y salimos a cenar. Hoy es mi cumpleaños, por eso no podía ser una cena cualquiera.
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